Una vez tuve un talento,
y lo guardé, para no perderlo.
Cuando el momento llegó,
no supe encontrarlo dentro de mí.
Y nunca dije que te quise,
porque me hacía frágil.
Y nunca supe qué quería de mí el Señor,
porque no oí su voz.
Una vez tuve un talento,
y lo usé, ofrecí lo que tenía.
Cuando el momento llegó,
me desbordó por completo.
Dije te quiero,
y compartí mi fragilidad.
Me hice fuerte.
Pregunté qué querías de mí.
Te escuché.
Y respondí.